Para Alfredo Londaibere (Buenos Aires 1955-2017) la pintura podía concentrar toda la capacidad expresiva de un artista y toda la verdad sobre el arte. La pintura representó su lenguaje, su economía y su campo de acción. La exploró desde múltiples perspectivas a través de sus diferentes roles como artista, curador y docente, en torno a un sistema de trabajo con lógica gremial centrado en el oficio.
El Museo de Arte de Moderno de Buenos Aires presenta Yo soy santo, la primera exposición panorámica de su trabajo, con la curaduría de Jimena Ferreiro, que cuenta la historia de su devenir religioso a través de las imágenes que produjo en su camino, que tomó forma cifrada en su obra, que se hizo cuerpo en ella para luego fugarse en un fluir de la conciencia hasta volverse rezo, pensamiento e invocación. Como un portal, su obra se volvió bisagra entre dos mundos.
En sus obras confluyó el arte clásico europeo, el cristianismo primitivo, la pintura colonial barroca, las creencias paganas, católicas y afro-descendientes, los modernismos centrales y periféricos, oriente y occidente, la vanguardia y las apropiaciones locales, el sistema artesanal y las artes eruditas, la cultura de élite y el consumo popular. La pintura también le ofreció al artista un campo de investigación que exploró por medio de técnicas y materialidades diversas con las que revisitó los géneros tradicionales y, al mismo tiempo, se transformó en una herramienta para alcanzar un estado espiritual que se hizo cada vez más explícito en sus temas, en sus procedimientos y en su visión del mundo. Londaibere terminó haciendo de la pintura una religión personal y una procesión diaria.
Yo soy santo reúne un conjunto amplio de obras –muchas de ellas inéditas—, desde sus primeros dibujos a lápiz de tono surreal de los años setenta hasta sus últimos conjuntos de pinturas y collages realizados entre el año 2013 y su muerte, donde la inmediatez configuró un modo de hacer meditativo y centrado en el goce estético, que parece haber dejado atrás la impronta hermética de las series anteriores. También están presentes sus trabajos assemblages producidos con latas aplastadas, donde la belleza del consumo se ve afectada por efecto del descarte y el cirujeo. Estas obras reúnen algunas de las claves visuales de los noventa y comienzos de los 2000, entre ellas la recuperación de técnicas “menores” y materiales populares en la búsqueda de la restitución de su sacralidad. Exvotos, íconos sincréticos y una mezcla de brillo opaco y deforme, como la banda de alpaca que cubre sus pinturas, como los altares populares y las baratijas del Barrio de Once, tan misteriosos como dispuestos a su develamiento.
Alfredo Londaibere (Buenos Aires, 1955 – 2017)
Se formó en el taller de Araceli Vázquez Málaga durante gran parte de los años 70, donde estudió visión, composición, teoría del color, historia del arte, dibujo y pintura. Durante los 80 continuó su formación brevemente con Oscar Smoje. Producía obra sistemáticamente, aunque no participaba prácticamente del circuito de exposiciones y salones de la época. En paralelo, mantenía un vínculo fluido, aunque no regular, con el Grupo de Acción Gay, con quien compartió lecturas sobre teoría social, un activismo micropolítico y una sociabilidad que lo relacionó con Jorge Gumier Maier y Marcelo Pombo. Hacia el final de la década asistió a las clínicas de obras de Pablo Suárez, Luis Wells y Kenneth Kemble en el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires (actual Recoleta). Un poco más integrado, expuso sus primeros trabajos en bares y discotecas como Cemento y Bolivia. Desde la fundación de la galería de arte del Centro Cultural Recoleta formó parte del grupo de artistas vinculados a la gestión de Gumier. Allí presentó en 1989 su primera exposición individual Mapas y pinturas, la cual consideró como una “retrospectiva”. Luego volvió a exponer en 1991, con curaduría de Magdalena Jitrik, y una última vez en 1992.
En 1991 participó de la primera edición de la Beca Kuitca junto con Jitrik, Graciela Hasper, Tulio de Sagastizabal, Daniel García, Daniel Besoytaorube, Sergio Bazán, entre otros. Fue becado por la Fundación Antorchas en 1995 para asistir al taller de Barracas, bajo la dirección de Luis Fernando Benedit y Pablo Suárez. Fue docente también en el área de artes plásticas del Centro Cultural Ricardo Rojas hasta su muerte, y en su taller donde tuvo numerosos alumnos. En 1997 reemplazó a Gumier Maier como curador en el Rojas hasta 2002.
Expuso en forma individual en la galería Mun (1993), Instituto de Cooperación Iberoamericana (1996), Alianza Francesa (1998), Belleza y Felicidad (2000 y 2002), Centro Cultural San Martín (2005), Centro Cultural Recoleta (2009), Jardín oculto (2011) y Galería Nora Fisch (2015), entre otras.