Todo gira o cambia, por suerte

Sobre Cambios (1990), de Anthony Browne (publicado en español por Fondo de Cultura Económica en 2017) 

por Adriana Fernández

Para esta estación que comienza, lo más fácil era pensar en sugerencias primaverales, en qué libros de literatura infantil hablan de ese renacer, entre otros. Pero se me cruzó este libro del fabuloso Anthony Browne y cedí a la tentación: justamente porque se llama Cambios, justamente porque el movimiento es lo único que asegura la vida y justamente porque de una nueva vida trata esta historia. Browne es un ilustrador y autor inglés nacido en 1946, que tiene más de 40 títulos publicados para niños y niñas.
Hay que decir que existen cientos de libros sobre la llegada de un nuevo integrante a la familia. “Tener un hermanito” es ya casi un subgénero entre las estanterías de librerías y bibliotecas. Pero Browne nos hace respirar bajo el agua.
Cambios comienza diciendo

El jueves en la mañana
a las diez y cuarto
José Kaf
notó algo extraño en la tetera

Como los inicios de los textos memorables –pienso en el comienzo de El extranjero de Albert Camus pero también en el cuento de Augusto Monterroso que todos leímos y repetimos, jugando con ese dinosauro–, este comienzo de relato es simplemente perfecto y podría ser, a la vez y en sí mismo, un microrrelato. Sin embargo, no lo es. Es la marca del quiebre de la cotidianeidad, es el principio de la aparición de la incomodidad en esa casa en la que José se quedó solo, luego de escuchar de la voz de su padre que habría cambios allí.
Y esa casa, como si respondiera a un vaticinio, empieza a cambiar. Ante las palabras del padre, el espacio se modifica literalmente de un modo surrealista: la tetera tiene orejitas y una cola; las pantuflas, alas; el vanitory, boca, y el espejo refleja… otras imágenes que las que tiene enfrente.
Los objetos empiezan a vivir, hay cambios, vidas nuevas en esa casa.

José intenta refugiarse en el afuera, pero parece que esos espacios también escucharon la voz del padre y están solidarizados con sus “parientes” del interior.

 

El rostro de José nunca muestra espanto, no hay miedo. Lo extraño no se instala en el mundo de la ficción para dar miedo, lo hace para incomodar. Y a José estos cambios lo incomodan un poco porque no los entiende. ¿A esto se refería su padre?

José se protege ahora en la oscuridad de su cuarto. Cuando entra la luz allí, entra también la respuesta. Su madre abre la puerta y llega del hospital con un bebé, su hermano: la intromisión finalmente cobra sentido.

Y, seguramente, los lectores y las lectoras volverán en algún momento a la portadilla del libro, en la que aparece un huevo y luego un reloj. Pruebas de que la lectura tiene varios momentos para un mismo libro, a cualquier edad.

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