Gaspar Núñez

“Mucho se ha escrito sobre la relación entre el museo y el mausoleo, entre los archivos o las bodegas de las obras y los basureros o las fosas comunes, así como entre los curadores y los traperos o los sepultureros. En el caso de Alberto Heredia, el vínculo es más que metafórico, ya que su obra se constituye materialmente de basura y, como su casa era su taller, su vida cotidiana implicaba un movimiento continuo de carga y descarga de residuos.

Si la obra de Heredia se ha abordado desde el surrealismo es justamente por el parentesco entre aquellos vertederos materiales y la acumulación enmarañada del inconsciente. Desde este punto de vista, pareciera que ciertas prácticas, como la teoría, la historiografía o la curaduría, detectan pequeños hallazgos en la masa informe de residuos y los traen al plano consciente, como si la palabra tendiera un manto frío de clarividencia, mientras el artista rescata basura sin lograr nunca redimirla ni arrancarle su opacidad por mucho que la restriegue.

Pero ¿qué sucede en el caso de la poesía y su palabra opaca? Rafael Squirru, además de crítico, ensayista, gestor y diplomático, fue poeta y muchos de sus textos sobre obras de arte están escritos en verso. En su figura, la crítica adopta la forma del poema, como si se hiciera eco de Friedrich Schlegel, quien proponía que ‘la poesía solo puede ser criticada por la poesía. Un juicio sobre el arte que no sea, a su vez, una obra de arte no tiene ciudadanía en el reino del arte’.

La condición de fantasma nos llega como un exceso de vida después de la muerte, pero ¿qué sucede en un museo que nace como espectro para luego incorporar cuerpo e imagen? El que alguna vez fue un museo fantasma es hoy un museo invertido, el reino del arte, nuestro vecindario residual.

Para la residencia en Casa Alberto Heredia, propongo operar a su modo de carga y descarga de residuos. Mediante el trabajo en el Centro de Documentación del Museo Moderno y el abordaje de sus fondos documentales, rastrearé catálogos, recortes periodísticos, correspondencias, etc., en los que haya textos que, a modo de écfrasis poéticas, aborden obras o artistas, y que podrían luego conformar una publicación. Este trabajo se abre a la pregunta por si la poesía puede ser leída como testimonio documental sin perder su inasible marginalidad. Y si, en esa tensión, puede fundar una historiografía poética del arte que, siguiendo a Schlegel, mantenga su principio de conciudadanía y buena vecindad.”