La calle es hoy un territorio anónimo y solitario. Las pantallas se han convertido en un escenario para la comunicación diaria. Una vidriera que resulta tanto un límite como un conducto en el que los rostros se muestran, se multiplican y proyectan nuestro deseo de acercarnos a los otros. La pantalla es un ámbito de investigación expresiva donde se despliegan las distintas facetas de la subjetividad. También es un territorio experimental para la imagen y la identidad. Un sinnúmero de filtros y efectos están a la espera de mapear y modificar los rostros. Como en la obra de Flavia Da Rin, quien investiga a través del autorretrato y la fotografía digital infinitas variaciones de sí misma. Fotógrafa, performer, estilista DIY y pintora digital, en su habitación o en su taller y en la soledad del ritual personal, posa ante el lente ensayando expresiones que luego recorta, pega y modifica en su computadora, dando luz a nuevos personajes que son también ella misma.
Más que nunca somos un cuerpo tecnológico, un holograma que se presenta en las pantallas de amigos, familiares y compañeros de trabajo y pide permiso en forma de notificación. Nos vinculamos atravesados por interferencias y distorsiones, muchas veces como caras pixeladas con voces que se robotizan anunciando que peligra nuestra conexión a la red.
La sociedad migró a las redes, la educación a zoom, las noticias verdaderas y falsas circulan de manera viral la mirada del otro en la pantalla es más real que nunca. Nos debatimos entre la extenuante hiperconectividad, el mandato o la necesidad de ser productivos y la procrastinación. Del encierro surgen emociones contradictorias que van de la fobia social a extrañar a aquellos con quienes compartíamos nuestros días. Mientras tanto, la cotidianeidad que conocíamos parece alejarse y buscamos crear espacios virtuales y dinámicas alternativas donde conectarnos con nuestros afectos.
Si en este contexto las imágenes dominan nuestra forma de sociabilidad, ¿qué rol cumple el arte en el entramado entre tecnología, subjetividades y emocionalidad?, ¿cuánto colabora el arte para ayudarnos a estar juntos dentro de la pantalla?, ¿estamos simplemente buscando traducir nuestra vida al espacio virtual o creando nuevos modos de afectividad que modificarán el futuro?
Laura Hakel, curadora del Museo de Arte Moderno
Flavia Da Rin
Sin título, 2005
Impresión lambda
100 x 103 cm
Peluca Oral propone un espacio para potenciar el delirio que llevamos
dormido dentro, a través de una transformación corporal y capilar. En
esta peluquería itinerante y efímera se realizan esculturas blandas para
la cabeza. Su claro objetivo es modificar al sujeto, no solo involucrando
la apariencia corporal sino también su manera de actuar. En esta ocasión,
el proyecto toma el formato de un video donde la artista propone peinados
para que quienes quieran puedan realizar en sus casas durante
la cuarentena.
¡Podés hacer click sobre la imagen para ver el video completo!
Nina Kovensky
Interferencias 1, 2019
Video
2:22 min
Nina Kovensky
Interferencias 3, 2019
Video
3:05 min
Tomás Maglione
Cuando el mundo se disuelva, 2016
Video HD y animación digital
25:30 min
Tomás Maglione
Los gigantes, 2014
Video HD
5:46 min
Básica TV
Acrobásica, 2018
Video
2:30 min
Las tecnologías digitales e internet intervienen en el modo de vincularnos con
nuestra propia imagen y con los otros. En el constante ejercicio de la
autorrepresentación habitamos la tensión entre nuestro gusto y los cánones
impuestos. Desde esas tensiones y ambigüedades, construimos el propio relato
y nos presentamos ante los demás. Con el objetivo de reflexionar acerca de las
pantallas como territorio de autoconstrucción y como una nueva frontera entre
nosotros y el mundo presentamos la serie de Flavia da Rin Una fiesta para
sacudirse el terror del mundo.