Y no te olvides de algo
Que se adivina en la vida
Y es que la vida misma
Es un milagro de amo
Si me voy antes que vos, Jaime Ross
por Adriana Fernández
Hace unos años la periodista cultural especializada en literatura infantil Natalia Blanc mostró y leyó un libro en una de sus presentaciones. Ese día, desde mi lugar de espectadora, me esforcé en retener para siempre el título del libro, pero no recordaba lo que ella había leído. Había quedado el impacto. La tapa tenía un agujero calado en medio de un cuerpo y alrededor se disponía el título: Un hueco, de Yael Frankel. Supe también cuál era la historia que había detrás de ese libro, pero a la literatura no siempre le hacen falta los backstages. Entonces fui en busca de un ejemplar.
Un hueco se arma con un texto poético brevísimo, una figura protagónica con un hueco que la atraviesa y otras ilustraciones que se disponen alrededor tal como la vida lo hace: llenando el alrededor cuando algo muy importante pasa. El libro literaliza esa expresión que dice que, cuando alguien se va, se lleva algo de nosotros.
Se fue
y en su partida
se llevó algo mío
Así, al personaje le queda un hueco, y ese vacío pasa a ser el protagonista de la imagen: es el centro de todo, se llena de cosas para seguir adelante, aun lleno sigue hueco, por momentos ocupa casi todo el cuerpo. Y, de a poco, pasa de invadir a volverse más cálido, a reconciliarse con el personaje, quien se da cuenta de que hay muchos huecos por ahí… y el suyo llegó para quedarse con él, para definirlo y para acompañarlo.
En este libro escrito e ilustrado por Yael Frankel la autora dibujó el vacío, que no puede sino existir en contraste con la presencia. Hay vacío porque estamos, llevando el hueco como se llevan los recuerdos.
Pero, claro, estamos hechos de lo uno y lo otro, y qué bueno que exista la poesía para decirnos en su propia lengua estas cosas. Mi mamá es un pañuelo es un libro pequeño y gigante, un largo poema escrito por Gabriela Larralde e ilustrado por Yael Frankel, de modo que las ilustraciones son una continuación misma de la escritura.
Imposible no entretejer la lectura de estos maravillosos versos con ese dicho que proclama que “el mundo es un pañuelo”. Y, cuando tejemos, tenemos una madre pañuelo y una madre mundo, todo ahí para esa voz poética que mira la capacidad de transformación de ese pañuelo pero también la capacidad de aparecer cuando parece que no está. Como en el famoso y mentado juego del Fort-da, el libro (el poema libro) se asoma por unas ventanitas que se abren y cierran para buscar a esa mamá pañuelo.
El pañuelo se recicla de innumerables maneras y vuelve como un mundo pequeño:
y siempre (no sé cómo hace)
reaparece limpio
Las imágenes de Frankel se imprimen en bicromía, a dos colores, como dos protagonistas que todavía tienen el mundo simplemente alrededor. La imagen de la madre es flotante, es geométrica, es de tela, es curva… es un mundo.
Dos libros y una autora- ilustradora para pensar que las ausencias y las presencias se lloran y se gozan, todo a la vez, tal vez porque el mundo… es un pañuelo conocido.
Adriana Fernández (Buenos Aires, 1970) se recibió de profesora de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Nacional del Profesorado “Joaquín V. González”. Ha sido docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es gerenta editorial del Grupo Planeta en la Argentina.