Las hilanderas es el nombre de una exposición que estoy empezando a imaginar y que, por lo tanto, se halla en estado de ocurrencia. Se trata de un proyecto inconcluso que tiene su origen en la obra de dos jóvenes artistas tucumanas y contempla un período de investigación de piezas relacionadas con lo textil, pertenecientes al acervo del Museo Moderno. Luego de pensar mucho el nombre, finalmente me quedé con el homónimo de la famosa obra de Velázquez, más que por lo que representa —un grupo de mujeres hilando—, por su estrategia conceptual de relacionar subtemas que, al abrirse uno dentro de otro, le confieren a la obra una gran complejidad discursiva.
Las hilanderas es, pues, un proyecto sobre las derivas de lo textil hacia hibridaciones que incluyen otros lenguajes. Por esta razón partí de las obras La trayectoria intermedial del texto, de Valentina Díaz; Randa sonora y Tres chalecos verdes, ambas de Alina Bardavid, que avanzan por sobre lo textil para sumarlo a la performance, la instalación, la videodocumentación, la videoinstalación o la instalación sonora, en una relación no solo con otros lenguajes artísticos, sino también con otras tecnologías. A mi juicio, esta apertura del arte textil hace que la siempre aludida “intimidad de la mano” se amplíe mediante la superposición con otros discursos, en un proceso que encuentro similar al de Las hilanderas de Velázquez, pues pone al descubierto aquellos “agujeros del lenguaje” que no siempre se comprenden porque en ellos se suspende la lógica de lo doméstico, la lógica del sentido común.
En el estadio de sospecha desde el que me atrevo a presentar Las hilanderas —más allá del guion elaborado como posible puerta de acceso a las derivas artístico/estéticas de una práctica tradicionalmente vinculada a lo doméstico y funcional—, avizoro esta propuesta como un tejido que busca entrelazar no solo piezas de arte, sino conceptos sostenidos por el devenir del original tejido vivo, propio de las prácticas populares; pero también del lineal manual, del lineal mecánico y del tecnológico. En síntesis, propongo una exposición en el Museo Moderno desde la cual descomponer, simbolizar, presentar, representar y volver a armar trayectorias que —al vincular nuevos mitos, patrones, códigos, cuerpos y espacios, como si de un tejido se tratase— terminen por entrelazarse en la percepción de los/as espectadores/as.
Carlota Beltrame artista, docente, investigadora, licenciada y doctora en Artes. Entre otras publicaciones, se destaca su Manual Tucumán de arte contemporáneo, acerca del arte actual de su escena. Organizó talleres de análisis y producción de obra y trabajó en proyectos con Juan Acha, Guillermo Kuitca, Jorge La Ferla, Gustavo Bruzzone, Eva Grinstein, Américo Castilla, Mauro Herlitzka, Gabriela Salgado, Kevin Power, Washington Cucurto, Gustavo López y Leopoldo Estol. En Tucumán, fue representante de TRAMA – Programa de cooperación y confrontación entre artistas.
Obtuvo becas, residencias y subsidios, entre los que se destacan las residencias de CIA (Centro de Investigaciones Artísticas) (Argentina, 2009) y ArTifariti (Argelia-RASD, 2010 y 2017), la beca de DAAD, para estudiar en la Kunstakademie Düsseldorf (Alemania, 1997), y la otorgada por la Fundación Antorchas para trabajar en el Taller de Barracas (Argentina, 1995 y 1996). Fue merecedora de los siguientes premios: Primer Premio ArtHaus en 2024, Premio Nacional a la Trayectoria Artística en 2023, Premio Klemm en 2022, Premio Konex al Mérito en Artes Visuales en 2022, Premio Adquisición Presidencia de la Nación, Primera Mejor Obra en el 107º Salón Nacional de Artes Visuales en 2018 y Primer Premio del Salón del MUNT en 2007.
Ha curado, entre otras exposiciones, En primera persona (2019), Femenino plural (2015), La mano, la cabeza (2009), Inscripciones invisibles (2006) y Los noventa en los 90 (2003). Sus obras se encuentran en numerosas colecciones públicas y privadas.