Villar Rojas despliega su proyecto de manera transversal al orden crononormativo: genera tejidos porosos que buscan repensar la(s) historia(s) humana(s) de modo retrospectivo y proyectivo a la vez. Así, intenta desestabilizar el tiempo lineal que empuja cuerpos y cosas hacia el espacio productivo y capitalista, proponiendo un entramado alternativo de pensamientos situados en y con las personas, ciudades e instituciones que lo convocan.
La metodología de Villar Rojas está en estrecho vínculo con su vida nómada y la posibilidad de colectivizar el hacer, explorando en estadías prolongadas junto a su grupo de colaboradores las potencialidades de una experiencia ante todo territorial y humana. De ese tiempo inmersivo, irrecuperable en su complejidad, quedará un testimonio material, siempre precario e insuficiente: la exposición.
Buscando desnaturalizar las jerarquías que estratifican las labores en el campo artístico (y, como espejo, en la sociedad), concibe parte de su práctica como housekeeping, término que designa las tareas de limpieza y mantenimiento doméstico en tanto actividades invisibilizadas que permiten el desarrollo de otras vidas y trabajos simbólicamente más “valiosos”. De este modo, su producción se presenta como una plataforma de transformación política del Capitaloceno. Villar Rojas asume el compromiso de construir experiencias y procesos crono-topo-específicos, aportando otras formas de coexistir en nuestro planeta.
En su obra el tiempo es una fuerza que modela, modifica o reintegra las cosas al entorno que habitan. Sus mundos diseñados, en intercambio con una variedad de agentes humanos y no humanos, orgánicos e inorgánicos, entran en interdependencia material y crítica con sus contextos. Así, el artista deconstruye la diferencia ontológica entre obra y espacio, entre arte y vida, mientras revela que el único proyecto posible es la desaparición.