(Buenos Aires, 1978)
La obra de Leila Tschopp se desarrolla como una composición espacial, coreográfca y pictórica al mismo tiempo, explorando posibles relaciones entre las imágenes, los objetos y la arquitectura en la intersección entre pintura e instalación.
Desde el año ́˿˿6, su obra explora la espacialidad de la pintura enfatizando la experiencia física del espectador en su propio recorrido por la instalación o en su identifcación con el cuerpo del/la performer. Las instalaciones pictóricas que desarrolla presentan pintura sobre muro, pintura sobre tela, estructuras móviles, objetos y materiales diversos e involucran, en algunas instancias, la participación de bailarines/intérpretes. Evocan signos de diferentes sistemas de imágenes (historia del arte, arquitectura urbana, escenografía teatral) para investigar la repercusión espacial de esas referencias, los alcances del espacio real y representado y el poder crítico que implica el montaje de imágenes. Sus últimos trabajos representan una expansión en la manera de proyectar la obra en el espacio, posibilitando, por un lado, la diagramación de los objetos y el recorrido espacial en estrecha relación con un cuerpo performático y, por otro, un abordaje formal y conceptual más decididamente concebido desde el terreno de la instalación, como género que incluye y sobreviene a la pintura y como lugar creado para estar ahí, para tener una presencia concreta en un lugar inasible.
Las pinturas y los objetos que componen el espacio en sus instalaciones son precisos en su ambigüedad; corporeizan una combinación de exactitud e indefnición. Son abstracciones, pero también remiten a formas que resultan familiares o conocidas: paisajes sintetizados, interiores de un cuerpo o de un espacio. Los objetos son artefactos, herramientas, mobiliarios, objetos ceremoniales; se colocan inciertamente entre la funcionalidad y el formalismo. Se presentan como formas cerradas y contundentes, pero conservan un misterio, un dilema que no se resuelve de un modo defnitivo. Leila Tschopp se interesa la ambigüedad o la vaguedad como principio reglado y productivo que, al igual que el silencio, se propone como un modo de comunicación y percepción diverso, una forma específca de experimentar la relación con el espacio y con los otros. Entiende la fcción no como una práctica para contar historias sino como una plataforma para leer lo real, para proponer nuevas referencias de lo visible y enunciable y modifcar las formas en que cada uno puede ser afectado por las experiencias.