Jimena Losada Lacerna (1990) nació y se formó en la ciudad de Mendoza, más tarde se trasladó a Rosario y, en la actualidad, vive en Buenos Aires. El tránsito por esas tres ciudades y sus geografías acompaña distintos aspectos de su producción.
De la cordillera, sus variados tonos tierra, y la luz filtrada por el polvo que vuela en los climas secos, Losada Lacerna toma los colores terciarios o cuaternarios y los valores bajos que caracterizan a su paleta. En sus pinturas, altera con sutileza el naturalismo del color para dar lugar a atmósferas. extrañadas. Las pieles adquieren un aspecto cetrino bajo una iluminación lunar, y las sombras parecen provenir de luces teatrales. El brillo y los reflejos dorados destacan algunos volúmenes y hacen pensar en piezas de orfebrería. Las pinturas convocan, entonces, sensaciones de un metal trabajado con preciosismo. Es en estos detalles donde la sólida técnica de la artista en el manejo del óleo se percibe con mayor contundencia. Sus telas, de factura impecable, son superficies de apariencia pulida en las que el gesto del pincel se ha vuelto imperceptible bajo sucesivas capas de pigmentos y veladuras. Quien se asome a ellas creerá estar frente a espejos oraculares donde se interpretan destinos.
De la ciudad de Rosario, Losada Lacerna rescata las costumbres gregarias de sus artistas, las fuerzas telúricas que habitan sus pinturas y, nuevamente, la exploración de color en el paisaje. También, el acceso a colecciones -públicas y domésticas- de la ciudad, donde encuentra referentes entre los pintores y pintoras de la escuela local. Su práctica pictórica se nutre de esas miradas para ser pensada en asociación con aquellas vertientes no programáticas del surrealismo que, aunque difusas, atraviesan la historia del arte argentino. En este sentido, su obra podría enlazarse a la producción temprana de Leónidas Gambartes o de Dignora Pastorello, e incluso a figuras más heterodoxas, como Vito Campanella. En el caso de Losada Lacerna, la artista muestra una enorme libertad para tomar elementos del orden descriptivo y hacerlos ingresar al plano narrativo, o viceversa, incluso en los géneros del retrato y el autorretrato.
También en Rosario, Losada Lacerna desarrolló una “pintura de sitio específico” en la cual introdujo dentro de la obra la descripción al detalle del lugar donde la realizó. Aquella serie despliega escenas enigmáticas en espacios interiores y condensa climas de intimidad y recogimiento, e incluso, de opresión. Humanas o antropomorfas, las figuras que habitan aquellos salones y habitaciones centenarias parecen haber sido capturadas en las horas espectrales en que la noche se transforma, poco a poco, en día. Sus rostros y posturas, intencionalmente fijos, hacen pensar en la estatuaria o las máscaras de la antigüedad griega: funcionan como alegorías de estados emocionales o como formas cifradas de representar vínculos con personas y cosas pero también, con ideas.
En Buenos Aires, la artista trabaja desarrolla sus trabajos más recientes en los que busca “abrir la trama” de su pintura para ir hacia una composición despojada. Es aquí donde su oficio demuestra especial solidez en la exploración de nuevos procedimientos de obra. A nivel temático, estas piezas plantean una mayor sobriedad y retiran casi por completo los aspectos dramáticos que caracterizan a las anteriores. Atendiendo a las formas de las construcciones porteñas típicas, Losada Lacerna recupera las líneas neoclásicas de las fachadas, los pisos de calcáreos coloridos y la ornamentación con motivos de flores, hojas de acanto y volutas. En esta serie, además, se muestran sus conocimientos escultóricos aplicados a la distribución de pesos y volúmenes en el plano. Mientras molduras y herrajes adquieren volúmen, cuerpo y movimiento, para convertirse en las figuras protagónicas de algunos cuadros (no sin aportar una cuota de hilaridad y simpatía), el espacio circundante es construído a partir de artilugios propios de la pintura clásica. Entre ellos, portales superpuestos, escaleras que no llevan a ningún lado, ventanas que abren hacia un fuera de cuadro, embaldosados que se fugan, arcos de medio punto y telones que esconden presencias misteriosas. En una de las piezas, una arquitectura de aspecto académico se planta en un paisaje desértico, como si marcara el sitio donde algo nuevo ha comenzado.
Además de desarrollar su obra en Mendoza, Rosario y Buenos Aires, Losada Lacerna ha realizado exhibiciones individuales en instituciones y galerías de estas tres ciudades. En De espalda a la Luna (2019), en el anexo del Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza, presentó un conjunto de pinturas-artefactos. Más tarde, Rincón Vago (2021), tuvo lugar en la galería Jamaica de Rosario. En julio de 2023, Fangal, con curaduría de Claudia del Río, será la primera presentación de la artista en la galería Pasto de Buenos Aires.