Ana Itelman fue quizás la coreógrafa más experimental, más audaz de cuantos creadores de la danza moderna surgieron en el país.Nacida en Santiago de Chile en 1927, emigró a la Argentina con su familia a los dos años. A principios de los cuarenta integró el legendario grupo de Myriam Winslow, la primera compañía argentina de danza moderna. En 1945 viajó a los Estados Unidos y se perfeccionó con Martha Graham, Hanya Holm y José Limón, entre otros. Dos años más tarde, con apenas veinte años, regresó a Buenos Aires y comenzó a presentarse como bailarina solista en sus propias obras, aún con la influencia de la técnica Graham.
En 1950 creó una escuela de danza moderna y comenzó a coreografiar para su propio grupo. En 1955 estrenó en el Teatro Cervantes Esta ciudad de Buenos Aires, primer intento de integrar el tango al lenguaje coreográfico y la poesía.
Entre 1957 y 1969 se radicó en Nueva York como directora del Departamento de Danza del Bard College. Paralelamente a su labor como coreógrafa y maestra, profundizó sus conocimientos de danza con Merce Cunningham, Hanya Holm y Alwyn Nikolais, estudió iluminación y maquillaje en la escuela de Erwin Piscator, actuación con Lee Strasberg, pintura en el Brooklyn Museum of Arts. Y asimiló la ebullición artística de los años sesenta.
Volvía periódicamente a Buenos Aires, donde montó Casa de puertas sobre La casa de Bernarda Alba de García Lorca, Agon, Jeux y La per para el Teatro Colón.
En 1968 estrenó Ciudad Nuestra Buenos Aires, su primera obra con el Ballet del Teatro San Martín recién creado por Oscar Araiz, una reelaboración de Esta ciudad de Buenos Aires, a la que inmediatamente le siguieron Odi et Amo, Fedra, Dobletres. Fue el comienzo de un vínculo con esta compañía que continuaría hasta sus últimos días: Itelman creó para el Ballet del San Martín numerosas obras que fueron hitos de su repertorio como Las Casas de Colomba (inspirada en Un tranvía llamado deseo), Y ella lo visitaba, Historia del soldado, Suite de percal, Paralelo al horizonte y El capote, entre muchas otras.
A fines de los setenta volvió definitivamente a la Argentina y fundó el Café Estudio de Teatro Danza de Ana Itelman, donde presentó Alicia en el país de las Maravillas. En este espacio (que más tarde donó al Teatro San Martín y donde actualmente funciona el Taller de Danza Contemporánea), se dedicó al desarrollo del teatro-danza, articulación de elementos dancísticos y teatrales con el objetivo de alcanzar una expresión escénica superadora de ambos lenguajes. En 1989, a los 62 años, Ana Itelman se quitó la vida.
Su estilo marcó un camino y su temprana desaparición dejó un vacío en el ámbito creador de la danza. Su mirada aguda y su pensamiento riguroso aportaron una valiosa reflexión sobre cuestiones fundamentales de la creación escénica. Supo abordar racionalmente aspectos centrales de la composición coreográfica, sin soslayar por esto una gran intuición y creatividad.