La obra de Huffmann condensa imaginarios híbridos en dibujos, pinturas, esculturas, instalaciones y textos. En algunas de sus piezas, el artista reutiliza desechos de maquinarias o elementos agrícolas, de manera que recupera no solo su valor material, sino que activa sus historias y energías: lo que antes estaba orientado a la producción pasa a ser un objeto artístico que instrumentaliza las fantasmagorías de su vida anterior. Construye objetos-amuleto y esculturas-tótem, y crea instalaciones que funcionan como escenarios rituales de una ecología chamánica que recicla generaciones de tecnología.
Sus obras presentan historias construidas con diversas materialidades y procedimientos, entre arqueología y genealogía ficcional del pasado reciente. Puebla los horizontes ruteros, las plazas públicas o el cubo blanco de la galería con imágenes y situaciones en las que coexisten el caos y el orden, y la tecnología y la ruina. Su práctica encuentra una fructífera tensión entre la gran escala que domina sus exhibiciones y el laboratorio de investigación que son sus innumerables cuadernos, dibujos digitales y en papel, y sus intervenciones en revistas. En algunas de sus obras más paradigmáticas, transforma cosechadoras, autos de lujo o camiones de competencia en personajes protagonistas de escenas distópicas que sitúa en polvorientos paisajes patagónicos o en las pampas rastrojeras, como si se tratara de sets de rodaje de una ciencia ficción sudamericana y apócrifa.
En las obras de Huffmann pueden leerse varias capas de sedimentación consolidadas en un ir y venir entre lo analógico y lo digital. Sus piezas reflexionan sobre la complejidad y las contradicciones de la imagen y sus indescifrables grados de verosimilitud en la vida contemporánea. A veces, en su producción, parte de fotografías tomadas por él mismo o extraídas de publicidades, y las interviene por medio de una pintura que abreva en la imaginería mass media y que Huffmann hace retornar desde diversas temporalidades: trazos del animé y los videojuegos, el píxel como unidad de sentido a inicios de los 2000, lemas punk escritos en inglés, huesos, calaveras, idealizaciones de consumos suntuarios y retratos casi entrañables de viejos modelos de hardware.
A lo largo de su producción, Huffmann despliega una poética de la crisis permanente, en la cual los objetos obsoletos y fragmentarios se constituyen en metáforas de las existencias que subsisten y florecen en los márgenes del sistema tecnocrático, el cual se despliega por igual en los campos y en las urbes.