Denise Groesman concibe su trabajo como un ser vivo que se transforma y habilita experiencias siempre cambiantes. Le interesa la manera en que la arquitectura es capaz de modificar los ambientes, cómo altera los sendos. En sus exhibiciones, propone borrar la neutralidad del espacio, convirendo la sala blanca en un organismo, un sistema. “Trato a las obras como si fueran los visitantes, enen que estar diverdas y en contacto, para que circule y se renueve la energía.” En entornos instalavos, busca promover el contacto entre lo viviente y lo que, según algunos, no ene vida. Incorporando esculturas y pinturas con otros objetos, sus instalaciones ponen las obras en relación de dependencia con el visitante, como un vínculo simbióco de inspiración animista, donde vivir las obras es lo mismo que ser vivido por ellas. En ese extraño y maravilloso vínculo, Denise explora la interacción entre lo bello y lo abyecto, jugando con experiencias estécas que, en ocasiones, pueden resultar peligrosas. Sus obras están atravesadas por la idea del cuerpo en su sendo más material, como receptáculo de un flujo de afectos y capas de sensaciones conscientes e inconscientes, ni individuales ni colecvas. Es por eso que elige con extremado cuidado los objetos y materiales con los que trabaja, teniendo en cuenta su peso simbólico y la memoria que traen de vuelta, así como su olor, sonido y textura, por su singularidad, por su poder de transportarnos a otros mundos no menos reales que éste.