Víctor Grippo (Junín 1936.Buenos Aires 2002)
Poética y política, la obra de Víctor Grippo fue un aporte medular al conceptualismo en Argentina. Su formación doble de estudiante de química y de arte lo había llevado a incursionar en una serie de obras en las que las aspiraciones estéticas y conceptuales se alcanzaban mediante sencillos procedimientos científicos. La reivindicación de los oficios fue el otro gran tema que atravesó su obra. Hijo de un albañil italiano que había inmigrado a la Argentina, configuró con mesas, mazas, yeso y plomadas (entre otros elementos) una sintaxis particular, para rescatar al trabajador anónimo y revalorizar su figura por encima de la del artista entendido como genio. El trabajo de Grippo está lleno de ideas que encuentran, en los elementos de la vida cotidiana, un modo de hacerse cuerpo. En 1970 comenzó a utilizar en sus instalaciones la papa, uno de sus objetos favoritos y para el que desarrolló múltiples lecturas. A lo largo de sus cuarenta años de producción, Grippo recurrió a la papa como metáfora de la fuerza transformadora que puede encontrarse en la conciencia, y también como símbolo de la capacidad nutritiva del continente americano. A comienzos de la década de 1970 integró el llamado “Grupo de los 13”, junto a otros reconocidos artistas conceptuales de su generación y participó activamente del Centro de Arte y Comunicación (CAyC) que dirigido por Jorge Glusberg, había surgido con la intención de proyectar en las prácticas artísticas lenguajes provenientes de diversos sistemas de pensamiento y representación (tales como la arquitectura, la informática, o la biología). Allí encontró Grippo un contexto propicio para su desarrollo artístico. La obra de Grippo es la de un alquimista moderno. Sus instalaciones, aparentemente complejas, apuntan a hacer evidentes los lentos procesos mediante los que la materia se transforma. En ese sutil señalamiento se proyectan sus pequeñas ideas emancipatorias, potentes y conmovedoras.