Gómez Canle construye una metodología de trabajo que implica un modo local de ver, hacer y comprender la pintura: encuentra en la historia del arte y la cultura visual occidental un reservorio infinito de imágenes que reinterpreta, cita con exactitud y combina entre sí y con formas propias. En sus obras, el artista reproduce fragmentos, fondos y personajes, a veces de pinturas del Renacimiento italiano como también de la escuela flamenca que encuentra en viejas enciclopedias de arte.
En su trabajo Gómez Canle disloca lo conocido. Refiere a obras paradigmáticas de la tradición de la abstracción geométrica del arte argentino e incluye en sus cuadros alusiones a elementos como los videojuegos o los emojis; intercambia referencias históricas, paisajes montañosos que se pueblan o se topan con formas recortadas hasta situaciones en las que desacraliza las pinturas del pasado. La producción de Gómez Canle puede pensarse como un sistema o una única gran obra que, en continuo, suma episodios o nuevas partes. Sus exposiciones suelen presentar formatos antológicos y cronologías espiraladas donde el artista revisa sus trabajos anteriores y a la vez, proyecta su obra hacia nuevos horizontes.
Gómez Canle, virtuoso ejecutor de la pintura al óleo, es un estudioso de técnicas antiguas caídas en desuso como el dorado a la hoja o la pintura sobre piedra. Concibe la práctica de la pintura como una reflexión sobre la pintura misma y las formas de la visualidad a lo largo de la historia. Entre pinceladas, el artista plantea preguntas o principios de trabajo que ponen en jaque la constitución del cuadro, entendido como el cuerpo de la imagen y se desafía a trastocarlo o a llevar los ojos de quien mira hacia el marco. Se trata de metas casi imposibles que, sin embargo, dan como resultado una serie de obras que intentan alcanzarlas.
La obra de Gómez Canle puede organizarse en series que el artista desarrolla de manera simultánea a lo largo de sus más de veinte años de carrera. Estas series se identifican por sus protagonistas, dentro de la figuración, o por el procedimiento que efectúan. En este sentido, es posible identificar series a partir del personaje de la montaña-monstruo-emoji, los retratos de personajes peludos, las formas geométricas inspiradas en las obras de Roberto Aizenberg que habitan paisajes flamencos y los trabajos que juegan con el marco, las piezas que horadan la pared o las obras que homenajean los principios del perceptismo de Raúl Lozza, entre otros. Los elementos que permiten ordenar estas series pueden, además, recombinarse, citarse o cruzarse entre sí de obra a obra.
La producción de Gómez Canle se despliega en general en formatos pequeños y medios de caballete o bien en piezas escultóricas. Entre sus obras más recientes, sin embargo, se pueden ver experimentaciones con la pintura a escala monumental, como la pieza Capricho sudamericano (2019) o bien en soportes menos habituales para la pintura al óleo entre ellos, la pared o las piedras de adoquín como se vio en Vivir así, sin palabras (2020, Ruth Benzacar). Esta última exhibición, además, propone al público un comportamiento no habitual en la sala y una relación espacial distinta con las obras.