Germaine Derbecq nació el 3 de enero de 1899 en París, Francia. Estudió en La Grande Chaumière y luego en la Academia Ranson con André Lhote. En 1918 expuso por primera vez en el Salon d ́Automne. Conoció a Pablo Curatella Manes y se casaron en 1922. En 1934 nació Jorge, su hijo. En la década del 30 pintó y expuso con frecuencia. Durante la Segunda Guerra Mundial vivieron en París; entre 1949 y 1950 en Dinamarca, Noruega y Grecia. En 1951 se instalaron definitivamente en Buenos Aires, y dos años más tarde inició su labor como crítica de arte en el periódico Le QuoWdien, espacio que sostendrá por casi veinte años.
Entre 1960 y 1963 fue curadora y directora de la Galería Lirolay, luego se vinculó con la Galería Guernica. En 1962 realizó la exhibición “Pablo Manes y 30 artistas argentinos de la nueva generación” en la Galería Creuze de París. Fue jurado de prestigiosos premios, entre ellos el Premio Braque, organizado por la Embajada de Francia en Argentina. En 1970, junto a Silvia de Ambrosini, Odile Barón Supervielle y Lidy Prati fundó la revista Artinf.
Falleció en Buenos Aires el 22 de diciembre de 1973.
Moldeada en las vanguardias históricas, para ella la conquista de lo nuevo en el territorio del arte no era una cuestión de individuos, sino de procesos y transformaciones que necesariamente tienen que irradiarse a la vida social. Su trabajo contempla siempre un factor pedagógico dispuesto a señalar caminos para las políticas culturales.
Florencia Qualina.
Luego de abandonar París y dejar atrás un periplo que la condujo por Dinamarca, Noruega y Grecia, Germaine Derbecq llega a Buenos Aires al despuntar la década del 50 para constituirse en una figura clave en un campo arastico inmerso en un furioso proceso de modernización. Desde su lugar como crítica, lo que hoy llamaríamos, curadora, promovió una renovación de las indagaciones estéticas en el terreno local. Entre los 50 y comienzos de los 70, actuó desde trincheras como la galería Lirolay y el periódico francés Le quotidien y luego la publicación Artinf. Su interpelación siempre se dirigió a la urgencia de ese presente, su voz constantemente se encuentra agitada por esa contingencia.