(New Haven, 1986) estudió Artes Visuales en la Universidad Nacional de las Artes donde es docente desde el 2012. Realizó The Fountainhead Residency, en Miami en 2019. Ha participado del Programa Interactivos en 2013 de Fundación Telefónica, coordinado por Rodrigo Alonso y Mariano Sardón, con clínica de Ernesto Ballesteros y Rafael Cippolini. En dos ocasiones ha sido seleccionado por la Bienal de Arte Joven, en 2013 y 2015. Asistió a talleres y clínicas a cargo de Rafael Cippolini, Valeria González y Silvia Gurfein. En 2017 fue premiado por la misma bienal para realizar una obra site specific exhibida en Centro Cultural Recoleta, proceso acompañado por los jurados-tutores Marcela Sinclair, Lara Marmor y Patricio Larrambebere. Entre sus muestras individuales se encuentran: Patrimonio (Miranda Bosch Gallery, 2019), Separados al nacer (MUNAR, 2018), Simiente (Centro Cultural Recoleta, 2017), Autorretrato (La Verdi, 2014). También ha formado en diversas muestras colectivas como Los cuerpos (Boulogne Sur Mer art building, 2018), Riss (2017) y Absurdismos (2016) en Miranda Bosch Gallery; Índice general (Espacio Túcuman, 2015); Fase 4 (CCR, 2012) y Señales de vida (Pasaje 17, 2012). Su obra ha sido reconocida en el Salón Nacional de Artes Visuales, (Palais de Glace, 2016), en el Festival Internacional de Video Arte (2016) y en el Premio Fundación Williams de Arte Joven de Escultura y Objeto (2015).
Desde las primeras piezas figurativas de Santiago Delfino, en pequeña escala, realizadas en piedra o en arcilla extraída del suelo de un patio, hasta sus grandes grupos escultóricos abstractos e iluminados, construidos en madera, acompañados de arena, arpillera y semillas de trigo, Delfino ha desarrollado una incesante investigación sobre la vida que anida en los objetos y su capacidad para construir ambientes a partir de sus tensiones formales y de su semántica social. Así, los escenarios, artefactos y repertorios confeccionados suelen combinar elementos que incrustan en el espacio de exhibición fragmentos de imaginarios domésticos (como pisos de parquet, cuadros, escritorios de trabajo, anaqueles, vitrinas y mesas de comedor), objetos recolectados y transformados (canillas, botellas, escobas, vasos de plástico, anteojos, relojes) y elementos orgánicos (desde pequeños roedores y naranjas, hasta brotes de semillas). La calidad de la factura de sus instalaciones genera un efecto de quietud absoluta, como si las escenas hubieran sido sustraídas de cualquier cronología y sus máquinas funcionaran ajenas a las lógicas productivistas del mundo contemporáneo. Por eso, sus trabajos tienden a formular, al mismo tiempo, una narración extrañada y en suspenso y un enigma que lleva al espectador a cuestionar su relación con el entorno y el tiempo.