El registro de lo que ve y vive marca el pulso de la obra de Florencia Böhtlingk en un arco que abraza paisaje, cotidianidad y militancia. Entre aquello que la sorprende, la conmueve o, simplemente, la acompaña y la superfcie del papel o la tela, la artista introduce la pregunta por las formas y colores de la experiencia. Los desafíos de la técnica se ofrecen a la vista para enunciar que la pintura es un proceso físico y de pensamiento. Böhtlingk dibuja y boceta constantemente: su producción mantiene la vibración de lo inmediato. La afuencia de las imágenes en su práctica alimenta un cuerpo de obra profuso que, aún atravesado por temáticas diversas, se presenta cohesionado. La dimensión de lo contemporáneo se ejerce en un reconocimiento activo a múltiples tradiciones pictóricas, entre ellas, la pintura amazónica, el constructivismo torresgarciano y el muralismo social de los años sesenta. En sus etapas más tempranas Böhtlingk desarrolla trabajos vinculados a identifcaciones locales con el surrealismo. Más tarde, despliega numerosas acuarelas y óleos que se ocupan de la unidad ecosistémica alrededor de los ríos de la Plata y Amazonas y que se inscriben en aquella tradición del género de paisaje que, en Argentina, fue resistente a los modelos académicos y modernos de representación del entorno. La pintura de Böhtlingk da cuenta de la belleza y salvajismo de la selva y el litoral y, a la vez, de la pervivencia de estructuras coloniales en los modelos extractivistas y la superposición de formas culturales, étnicas y religiosas en los territorios de frontera. La inscripción de lo humano en la naturaleza también se tematiza en su producción audiovisual, donde se introduce la dimensión del habla en vínculo con sus series pictóricas más recientes. En estas últimas, la artista pinta las palabras que la rodean para construir y dar cuenta de los paisajes sonoros y semánticos que se manifestan en el monte misionero o en las calles habitadas por la actualidad de los movimientos sociales.