En la búsqueda de realidades que contemplaran las profundidades psíquicas del hombre, la pintura surrealista exploró las asociaciones inesperadas y las desproporciones sorprendentes. Berni adoptó estos conceptos en París a fines de los ‘20 y los desarrolló en pinturas y collages que expuso en Buenos Aires en 1932. En estas obras los objetos corrientes cobran importancia significativa por su desmesurada escala respecto de los espacios que ocupan y por su ubicación en contextos inusuales. A estos extraños efectos se suman otras imágenes, escenas inciertas, en las que reinan la obsesión erótica y el desamparo ante la violencia. En algunas de ellas realizadas en la Argentina, Berni incorporó elementos regionales como paisajes con los alambrados característicos de la llanura pampeana o sencillas arquitecturas frecuentes en el interior del país, contrapuestas a construcciones típicas de Europa.