Museo Moderno
Denegri Andrés
Plomo y palo. De la serie Éramos esperados.

A partir de su formación cinematográfica Andrés Denegri viene ampliando sus búsquedas con la fotografía, la imagen video y las nuevas tecnologías, conformando un proceso expresivo que atraviesa el amplio abanico de las técnicas audiovisuales, pasando de las piezas monocanales al arte de la instalación. La recuperación de la máquina del cine del pasado enfrenta la propuesta del progreso constante como efecto ideológico de un mercado que necesita del consumo compulsivo frente a la rápida obsolescencia de sus productos. El proyecto Aurora, en su materialidad electro/ mecánica/fotoquímica, reflexiona sobre el audiovisual y apela al arte de la memoria tanto en sus imágenes resultantes como en la parafernalia de las máquinas en exposición. El término de ‘puesta en escena’’ –que nos remite a su origen teatral y a su vertiente cinematográfica– retoma el fundamento de una percepción marcada por los elementos materiales del cine funcionando en el espacio del arte. El ámbito de la instalación fílmica, que presenta estas esculturas tecnológicas a partir de una memoria anclada en el acto de ver cine en la sala teatral, migra al museo volviendo evidente el mecanismo de formación y recuerdo de esas imágenes del pasado. Así es como el proceso de apropiación y recuperación de archivos fílmicos, su nuevo registro digital y el retorno al soporte fotoquímico es develado bajo la forma del arte de la instalación. Un mensaje está dado por el despliegue del aparato, el correr de la película, el haz de luz que sale de los proyectores y la imagen resultante de un proceso de combinatoria entre medios. Este es un cine cuyo contenido se sitúa en los límites de lo narrativo, y cuyo mensaje enigmático y minimalista se centra en estas máquinas funcionando, en el desfile de las imágenes y en el espectador observando y en movimiento. A diferencia del cine simulado, o efecto cine habitual en galerías y museos, este es un cine proyectado que, de manera inédita se sitúa en el centro de la escena expositiva. La cuestión documental que plantean las obras se diversifica o “expande”, desviándose del valor indicial de las imágenes y su efecto realista. El estatus de no ficción se relativiza en estas versiones minimalistas en su ruptura con la figuración, la narración clásica y su exhibición lineal. El pasaje entre los soportes, el traslado del dispositivo y la medida del cortometraje en loop son algunas de las estrategias a las que se irá sumando el significativo desgaste de todos los materiales a lo largo de la exposición. La puesta en escena consiste en la ausencia de la cabina de proyección, donde habitualmente se recluye al proyector de cine. La presencia de las máquinas se exacerba con la eliminación de las divisiones entre las obras. (…) Una exposición en rodaje cuyas obras, mecanos eléctrico/fotoquímicos, se irán estropeando irreversiblemente. El estiramiento y corrimiento del celuloide, la fricción de los engranajes y rodamientos y la temperatura de las lámparas, irán dejando marcas a lo largo de la exposición. A diferencia de las consabidas transferencias digitales, sin deterioro aparente, el cine verá –cada día de la muestra– deteriorarse su materialidad. Pero son resultados de su vigencia y vitalidad, atributos que esta exposición pone en evidencia y dirige hacia a un espectador, para que se lleve este cine puesto en su conciencia.