Emilio Renart (1925-1991) abordó su practica artística desde distintas aproximaciones y usó libre y simultáneamente las conveciones de géneros, estrategia que denominó bajo el concepto de integralismo. Su interés hacia algo renovador le otorga una identidad propia al margen de las demandas de la época. Su producción se encuentra signada por un deseo de encontrar tantas variantes como sea posible en la forma de expresar su escritura o como a él le gustaba denominarla caligrafía personal. De acuerdo con los principios establecidos por Renart, el integralismo consistiría en traspasar los límites pautados por el marco mientras se asocian conceptualmente recursos que, de ordinario, se hubiesen opuesto: pared, piso, escultura, pintura, dibujo.
Se puede apreciar en sus dibujos cómo explora estos principios donde explora los límites del soporte mediante un gesto que pone en evidencia el apego que Renart siente por las propiedades físicas de los materiales. Sus obras -a la vez objetos poéticos y utensilios teóricos- muchas veces reunieron, como aquí, un sutil dibujo abstracto y una belleza instrumental, que a las claras buscaba demostrar las condiciones formales de la experiencia estética, ya que Renart otorgó al comportamiento artístico un carácter modélico, buscando mejorar al individuo a través de la creatividad.
Fue entre los años 1962/1967 cuando Renart crea su serie, con un total de cinco grandes piezas al que llamó Integralismo Bio-Cosmos. Interesado en las ciencias biológicas, la física, la zoología, Renart comienza a elaborar una concepción del universo basada en la física nuclear.
Se remonta al orígen del mundo como materia energética de la cual derivará el desarrollo del animal y la conciencia humana como razón ordenadora ligada profundamente a la materia, a la vida biológica, al inconsciente.
El Bio-Cosmos dejaba atrás el concepto clásico de representación, era una presentación, un cuerpo biológico que imponía su presencia al espectador avanzando en el espacio, ocupándolo. El Integralismo Bio-Cosmo No5 de 1967 que participó en la Bienal de San Pablo era una verdadera materialización cósmica, donde la resina poliéster sumada a la inclusión de luces en la propia obra es recordada para quienes pudieron verla como una verdadera maravilla. La obra se deshizo en el camino de regreso a Buenos Aires.