Iuso despliega su obra en diversos formatos, aunque algunas de sus piezas difícilmente podrían identificarse con uno de ellos y, en cambio, podría decirse que son pintura-escritura-dibujo-objeto.
Sobre hojas de papel, cartulina y todo tipo de materiales, como madera, plástico o chapa, escribe (pero también pinta) textos referidos a aspectos de su vida, junto a un profuso repertorio de formas visuales y elementos plásticos, a veces de naturaleza más ornamental y otras de exploración abstracta. Su producción también abarca dibujos a bolígrafo sobre papel y pintura de relieve, una de las señas más características de la obra que le permite no solo conquistar el volumen, sino también materializar lo visceral de su obra.
En sus trabajos, el texto tiene un rol de comunicación directa y descarnada. A lo largo de su producción, desarrolla una sistemática exposición de sí mismo en un relato no cronológico en el que incluye anécdotas personales, derroteros sentimentales, cuantificación de actividades o episodios ocurridos en rangos de tiempos tan breves como un mes o tan largos como la vida entera, registros de estados emocionales en todo su amperaje y reflexiones lúcidas, asertivas y psicoanalíticas (o psicodélicas) que, a menudo, rondan el planteo sobre la condición del ser artista o se regodean en la pregunta por el sentido de la vida y dan respuestas contundentes pero inauditas.
Su obra no se agota en la autorreferencialidad, sino que su gran tema es la relación que mantenemos con nosotrxs mismxs. Despliega un relato sobre ser hombre, adulto y heterosexual en Argentina entre los setenta y la actualidad. En este sentido su obra ofrece un panorama de cierta idiosincrasia de la clase media argentina de los últimos cincuenta años, en el cual la masculinidad y la condición de clase son puestas en crisis.