Gallardo es una artista política. Desde este posicionamiento, disputa los sentidos ortodoxos de esa categoría en el arte contemporáneo. En este sentido, su obra se acerca de manera temprana a reflexiones que, en la actualidad, se insertan en los feminismos y las teorías de género. Obras hechas con casi nada o con todo lo que está alrededor: su producción se manifiesta en diversos soportes, frágiles e inestables que potencian la práctica y la identidad de la artista. Así, Gallardo se traslada de formatos tradicionales, como dibujo y pintura, hacia el video, el texto y la performance, o a la exploración de territorios como la sociología y la gestión comunitaria.
A lo largo de su carrera, Gallardo hace movimientos de expansión y contracción en piezas que abren o cierran largos procesos, y en instancias de intimidad o de presentación pública. Sus obras están atravesadas por historias personales, propias y ajenas, siempre traccionadas por deseos, intentos de transitar estados de ánimo y visibilización de violencias estructurales. La artista trabaja sobre las emociones no hegemónicas y antiproductivas de la sociedad capitalista. Los temas que aborda son la familia, el trabajo, la vejez, el sistema del arte y la violencia contra las mujeres.
La artista se hace las siguientes preguntas de las cuales parten sus piezas: cómo hacemos para vivir, en este mundo, con estas emociones, con este cuerpo, con esta edad, cómo hacés vos para vivir, cuál es tu historia, cuáles tus recursos. En búsqueda de respuestas, entabla vínculos con otras personas, realiza talleres y acciones tan diversas como bailar o hacer una huerta. Estas experiencias moldean una amistad entre la artista y sus compañerxs, y un proceso de obra que da lugar a piezas abiertas, desafiando las temporalidades y su linealidad. La pregunta inicial se convierte en una afirmación que Gallardo ofrece al espectador: hice o hacemos esto para vivir.